sup en la gran ciudad

como decía hace un tiempo, hay momentos en la vida en que uno tiene que lanzarse. saltar. cerrar los ojos y mirar después. y pensar... más después todavía. si es que se piensa.

con pepe pasó eso. lo vi y supe que era un tipo confiable, de esos con los que uno no debe angustiarse aunque haya pasado por cientos de malas experiencias anteriores. de esos con los que vale la pena correr algún tipo de riesgo, jugar todos los porotos y apostar por el mejor resultado. porque, a pesar de lo que digan las estadísticas, uno sospecha que será un buen resultado.

el problema es que, como todas las cosas buenas, lo de pepe no duró mucho rato. es cierto que cuando abrí los ojos él había hecho un trabajo increíble en mi cabeza, mejorando lo que parecía inmejorable por culpa de la naturaleza y de los genes. y lo mejor: tenía chasquilla. tenía estilo. era otra persona con la misma materia prima pero bien procesada. el problema fue que más o menos a los siete días la chasquilla empezó a taparme los ojos. como a los doce, a picarme la nariz. y a los 15 ya podía ser muchas cosas, pero no había manera de hacerla entrar en la categoría de chasquilla. y ahora, cada vez que paso frente al espejo, pienso en la naturaleza, en los genes y, cómo no, en pepe. en sus tijeras. en su secador. en lo inevitable que será visitarlo una y otra vez para conseguir en sus instalaciones lo que la naturaleza y los genes niegan.

porque sí, es cierto. pepe la lleva.
amamos a pepe.