sup en la gran ciudad

- ¿qué es ese olor, bob esponja?
- ese, patricio, es el olor de la derrota.
- bah. creí que era mi piel.

en mi breve paso por el mundo de los ingenieros aprendí un par de cosas importantes para la vida. una de esas es que si quieres engrupir a alguno y confundes su especialidad -digamos, un electricista con un electrónico, por ejemplo- todos los esfuerzos previos se reducen a nada ante su indignación. pero esa es otra historia.

lo que interesa ahora lo dijo un profesor de números en una clase de números: "antes de saltar a la piscina hay que mirar si tiene agua". (la relación de esa frase con los números también da para otra historia).

pues bien, ahora me acuerdo de él cuando la gente pone cara de espanto al escuchar que dejé a sam por el CMPPA. porque yo sí me di una vuelta por la capital para comprobar que no era año de sequía. y, créanme, el agua está mucho más estancada allá por la revista.

así que salté.

ahora que tengo los ojos bien abiertos las cosas me están gustando todavía más. mis compañeros de clase, por ejemplo. los profesores con sus discursos que resumen en frases horas y horas de divagaciones bajo un árbol. aprender a combinar líneas en el metro. recordar micros con tres dígitos. respirar veneno. caminar sin miedo a perderse por alguna calle de la gran ciudad. saber que por lo menos uno no se rompió la cabeza al chocar con el cemento. empezar a confirmar que había bastante agua sobre el cemento.

haber conocido a marcela, superando así la crisis de identidad. señores, efectivamente era a mí a quien buscaban. el papeleo sólo fue un error.

y como bonus track puedo decir lo siguiente: "señores, efectivamente era esto lo que buscaba. alégrense por mi".

clap clap clap.

en la región de aysén hay dos habitantes por kilómetro cuadrado. o sea, si usted vive en aysén tiene medio kilómetro para usted solo. nadie a su lado que lo empuje, lo aplaste, lo aprete o lo obligue a ocupar menos espacio del que le corresponde según ha decidido la naturaleza. nadie que huela mal, que hable demasiado alto, que se mueva sin preocuparse por quienes tuvieron la mala suerte de quedar al lado.

nadie que lo obligue a usar los codos para poder desplazarse, que despierte su paranoia provocando la defensa obsesiva de bolsos, mochilas y afines. nadie que trate de conversarle sobre lo raro que ha estado el clima cuando usted sólo quiere concentrarse en sus audífonos. nadie que lo mire feo. nadie que lo mire indiferente. nadie que lo mire con espanto. nadie.

medio kilómetro cuadrado para usted solo. quizás compartido con alguna vaca, no sé. pero sin otros seres humanos que, cuando están juntos -y tan juntos- se vuelven bastante desagradables.

cada vez que ando en metro, en esas horribles micros amarillas o en los sobrevalorados buses nuevos, recuerdo a los habitantes de aysén. y, cómo no, los envidio un poco. hay que reconocerlo.

"¿las fotocopias del ramo x? sí, cuestan siete lucas no más" dice v como si nada. porque, claro, v tiene un buen trabajo, una buena vida y un excelente auto en el que gentilmente me lleva a la estación más cercana después de clases. para gente como él siete lucas es un vuelto. porque él es adulto. él es estudiante de posgrado.

para gente como yo siete lucas son un par de almuerzos -y buenos almuerzos- en algún sitio con estilo. son casi dos idas y vueltas a la capital. son libros o discos en la tienda frente al reloj (sí, esa tienda es barata). son tres entradas al cine (en horario económico, obvio). son muchos cafés conversados con algún amigo. incluso son la posibilidad de tener chasquilla*. porque yo, aunque voy a la misma clase que v, aunque soy adulta igual que v, sigo funcionando con la economía de los viejos tiempos: el presupuesto de estudiante.

cuando detalles así no concuerdan la vida se vuelve un poco más complicada. y hay que empezar a sacar cuentas casi obsesivamente, a fijarse en las promociones, a valorar hasta las monedas de 10.

la vida se hace un poco más complicada pero no por eso menos entretenida, habría que agregar.


(*) chasquilla!!